20080628

historia sin nombre 1 pt2

Aparecí en un acantilado, el ave revoloteando a mi alrededor, toqué la pequeña piedra en mi bolsillo.
Estaría más segura escondida en otro lugar, pensé. Así es como la piedra quedó escondida entre el plumaje del exótico pájaro.

Me saqué mi largo abrigo, y mi polera. Salté. Serían como mínimo uno o dos kilómetros mirándolo así a lo poco. El ave, revoloteando detrás mío, mientras yo ganaba velocidad se apresuró a agujerear entre mis escápulas mientras no veía mas que rocas y pastizales secos.
Sacó pedazos de piel y carne, como acomodando ramas de un nido. Se posó en mi espalda y la carne y piel se sellaron, dejando sólo sus enormes alas afuera.

Desplegué mis enormes alas y volví a la cima de donde había caído, recogí mis ropas, las acomodé a mi extraña anatomía y emprendí el vuelo, piedra incluida, escondida en mis extravagantes plumas.

Pasé entre nubes para mojarme un poco, y navegué por el firmamento hasta divisar un bosque que en las copas de sus árboles, albergaba unas pequeñas flores rojas. Alfileres indistinguibles a lo lejos.

Bajé.
Pisé suelo y me adentré en el suelo, siguiendo un rastro de hedor inconfundible.
La sangre, quizás no visible impregnaba el bosque en su plenitud.

Oí ruidos, pasos, personas huyendo.
Desde el inicio del bosque corrían unas personas, humanos normales. Me apoyé en un tronco, pero aunque no me hubiese ocultado, no me hubiesen visto. Lo único que quería esa gente era salvarse, huir.
Pero corrían en dirección equivocada, iban directo al centro del bosque, donde la extraña luz de una enredadera los llamaba.
Me separé de un arbol con cierta dificultad, la enredadera habia decidido ya tejerse entre mis alas, la piedra la atraía también. Me había pillado desprevenida. Corté de sus ramas hasta su raiz, aunque volvió a regenerarse, no volvió por mi, quizás porque no utilicé un arma normal, quizás porque la sangre fresca de tres humanos le llamaba más la atención.

Me dirigí hacia el centro del bosque, el olor a sangre se fortalecía. Al llegar, las ramas, cada vez más gruesas, aprisionaban y cercenaban a sus víctimas, pequeñas flores lilas se deslizaban con frágiles y delicados tallos, salientes de la misma planta, para recoger la sangre derramada y subir hacia la copa de los árboles, donde en sentido inverso, pequeñas bolitas brillantes bajaban, llenas de luz, para atraer más gente al bosque.

Había algo, sin duda siniestro, enterrado en ese círculo de árboles.
Algo que necesitaba luz a cambio de sangre para crecer.

No me interesaba saberlo.

Quemé el bosque, y me senté en un monte cercano a oir el bosque chillar de dolor, retorcerse en imitación de sus víctimas.
Desplegué mis alas otra vez, no quería que el fuego se propagara más allá del bosque.
Volé alto y empecé a dar vueltas, trazar círculos, para juntar a las nubes en un aro. Las bajé un poco e hice llover en el perímetro del bosque. Hasta que se consumió todo, y las nubes se hartaron de mi presión.

Caminé entre cenizas, gemidos aún perceptibles (quizás solo era mi mente) volví a lo que una vez fue el centro del bosque, cavé con mis manos, y la encontré.


1 comentario:

Rodrigo.- dijo...

trauma 2.0 xDDDD

no logro comprender de que manera unes macabras acciones con otras tan angelicales... ve psiquiatra wna xD (mentira es weveo :A)

te kerooo