20080904
Historia sin nombre 1 pt6
Pero no venía.
Seguí caminando, debía volver y recuperar mi abrigo, debía chequear que la pequeña ciudad no se hubiese comido lo que permanecía oculto entre los muchos bolsillos de mi ropa.
Había comenzado mi viaje hace mucho y a la vez muy poco, para ver todo morir así de repente.
Nunca supe si alguna vez había sido un infante, no tenía memorias, solo tenía un propósito.
Al principio sólo tenía mi instinto
Recuerdos se iban revelando a medida que necesitaba la experiencia para llevar a cabo una tarea.
Luego fui capaz de pensar e ir guardando mis recuerdos.
Sólo estábamos yo y esas cuatro paredes blancas, ese olor sintético de químicos... Un laboratorio, como descubrí después de escaparme.
Odié la ciudad siempre, representaba una cárcel para mi, por eso intenté permanecer al margen.
Me empezó a doler la cabeza, quizás iba a ocurrir de nuevo...
El motivo inicial que me permitió escapar...
Mi cabeza dolía al punto de querer estallar, apareció en mi frente una gema...
nunca supe que habían hecho con ella hasta que la encontré dentro de ese pequeño ser.
Me mantenían en una camilla, amarrada, se acercaban con enormes agujas a extraerme sangre cada media hora, para mantenerme débil. Pero supongo que ni si quiera yo sabía mi propia fuerza.
Entre inconciencia, sueño, vigilia, conciencia, tuve una pequeña iluminación y mi instinto me guió.
Me impulse hacia arriba en la camilla con una fuerza capaz de romper las cadenas que me sostenían, aún con una extraña bata emprendí mi camino con "normalidad".
Al salir intercambié unas etiquetas cercanas de unos frascos en una repisa...
Sólo salí, me escondí cerca por unos días y descubrí que Zuet éstaba reduciendo su tamaño.
Empezé a correr un poco después de lo que mi instinsto me señaló, lo que logró que Zuet me siguiese.
Pero logré atraparlo...
Tenía preguntas...
Pero era demasiado tarde, lo habían envenenado.
Abrí los ojos, para ver por donde caminaba...
La cabeza me iba a explotar, lo sabía, el agujero hecho por la otra piedra había tomado un mes en regenerarse.
Entonces el dolor insoportable vino acompañado por un grito de un ave,
y grité y Meinter gritó conmigo...
pero no estaba cerca...
veia todo en matices de rojos...
rojo sangre, rojo sombra, y una perla roja rompiendo mi cráneo, un ojo rojo instantes antes de salir. un poco de materia gris entremedio.
Caí al suelo, vi a Meinter acobijarme entre sus alas, como un ave común anidando...
20080830
historia sin nombre 1 pt5
Sin tener conciencia plena de cuantas partes eran las que me formaban pude obtener una impresión general del lugar.
¿Estaban todas las personas destrozadas vivas?
¿Todos esos cuerpos que con gran arte me dieron la bienvenida?
Ahora que estaba todo en silencio pleno podía escuchar los miles de corazones latiendo.
Me hubiese gustado conocer al monstruo que había hecho tal maravilla. Una semilla de maldad tan pura que revolvía mis entrañas, que a todo esto se encontraban muy lejos de mi para poder sentirlas.
Un ruido rasgó el silencio, no había nada ni muy lejos ni muy cerca de mis ojos, pero mis oidos lo sentían. Meinter quería bajar de nuevo.
Inmediatamente látigos y niebla se alzaron en pos de tan grandiosa ave. Pero Meinter era demasiado ágil...
Se marchó nuevamente.
El paisaje optó por aburrirme, los cuerpos desmembrados ya no me causaban gracia alguna.
Empecé a unirme.
Lentamente, peresozamente, llamé a mis células a unirse en torno a mi corazón.
Cada partícula de mi lentamente se fue arrastrando, entre vientos, hacia el centro del hospital, donde yacía mi centro.
Tardé mucho. Por primera vez en mucho tiempo vi afectado el curso de mi misión. ¿A quién se le ocurría ir dejando lugares así en medio de la nada? No me respondí, tenía la respuesta demasiado clara.
Cuervos se acercaban a picotear lo regenerado de mis trozos de cuerpo. Al menor sonido de batir de alas, látigos se azomaban a arrancar plumas y cabezas, quizás pensando encontrar algo más que pájaros comunes.
Tenía ya trazado el recorrido de sangre en mi cuerpo.
Se hizo de noche, y ocho noches pasaron, ocho noches pasé recorriendo el pequeño poblado desde miles de perspectivas distintas.
Lo sentí, lo olí, lo probé, lo oí en su silencio absoluto.
Me regeneré en el suelo. No había cicatrices, pero seguramente mi apariencia humana estaba destrozada en su estética.
Cerré mis ojos mientras mis párpados finalmente llegaban a mis ojos.
Escuché unos instantes... Los edificios temblaban de ansiedad.
Debía ser un escape rápido el que efectuase.
Moví un dedo, un escalpelo llegó como jalado fuertemente por un hilo no existente y lo cortó.
Me paré en una excesiva velocidad asiendo mi dedo mutilado con fuerza y salté mientras camillas, bisturís y otros eran atraidos hacia mí como si fuese yo un gran magneto.
Corrí, tan rápido que era solo un manchón borroso en una lúgubre, monótona y aun hermosa ciudad.
Corrí y la ciudad a mis espaldas gritó adolorida, mientras su preciada presa escapaba de sus garras.
Era una pena que no hubiese podido recuperar mi ropa.
20080724
historia sin nombre 1 pt4
Quizás Meinter, me parecía razonable, y fue el primer nombre en el que pude pensar.
El bosque aún en crecimiento, hacía pequeñas espirales con sus nuevos brotes, buscando la luz y el refugio en si misma y bajo la sombra del frondoso árbol.
Cerré los ojos y pensé en el salvaje animal, Meinter, pensé, me entendió y bajó a mi lado. La cacería debía continuar, matanzas al azar no eran necesarias, ni divertidas.
Guardé en mi memoria el bello bosque que habíamos hecho.
Le hice una seña para que entrara en mi espalda nuevamente, el viaje que debía hacerse era largo.
Desgarró con presteza mis carnes, la prisa era necesaria, poco importaba el dolor. Hice retroceder mi sangre para no manchar tan sagrado lugar.
Desplegué mis alas, Meinter gritando con el esfuerzo, levantó mi peso y emprendimos vuelo.
Cicatricé mientras volaba.
Lo que me gusta más de matar cosas obscuras es la energía que eres capás de liberar y absorver, el poder te inunda, y son pocos los que viven y lo toleran. La sangre, la matanza, el dulce olor de la venganza.
Llegamos a una ciudad, a mitad de vuelo hice que Meinter saliera y fuese a dar unas vueltas a ver si encontraba algo. A mitad de aire me vi cayendo a una calleja oscura, edificios grises y en mal estado coronaban el ambiente.
Caí de pie, sobre algo que casi me hace resbalar. Miré a mi alrededor. Cientos de ojos, desparramados por el suelo. Ojos humanos, globos oculares donde miraras, devolviéndote la mirada. Verdes, Grises, Azules, Violetas, Negros, Cafés... Seguí caminando sin importarme el suelo, para examinar el interior de las casas. Uñas decoraban las ventanas, piel el interior de éstas.
Una masacre con arte...
Una obra hermosa, tal vez, pero de crueeldad innecesaria, había muchos niños e inocentes entre las anatomías robadas por el destino.
Seguí paseando, llegué hasta el hospital, donde un perímetro de corazones advertía peligro.
Caminé, inalterable.
Meinter bajó a mi hombro nuevamente.
Lazos desde las puertas vinieron a encontrarnos, tomé al pájaro antes de que todo llegara a alcanzarlo, corté mi espalda con mis uñas, y corriendo lo deposité ahí. Sin esperar a que se acomodara emprendí vuelo, con un salto.
Al avanzar 5 metros de un salto, ya iba cayendo. Meinter no lograba acomodarse aún, y esos látigos negros de quizás qué sustancia, estaban cada vez más cerca.
Atraparon mis pies.
Me envolvieron en sus redes desde las piernas. Era necesario que no atraparan a Meinter. Con mis largas y afiladas uñas una vez más despedacé mi carne. cortando más ampliamente, para obligarlo a salir. Lo tomé y lo tiré al aire, donde desplegó sus alas y voló.
Dejé que me llenara los pulmones de sustancia negra, y fui conciente de como me despedazó, para dejarme como otro trofeo, de su hermosa colección.
20080707
historia sin nombre 1 pt3
20080628
historia sin nombre 1 pt2
Estaría más segura escondida en otro lugar, pensé. Así es como la piedra quedó escondida entre el plumaje del exótico pájaro.
Me saqué mi largo abrigo, y mi polera. Salté. Serían como mínimo uno o dos kilómetros mirándolo así a lo poco. El ave, revoloteando detrás mío, mientras yo ganaba velocidad se apresuró a agujerear entre mis escápulas mientras no veía mas que rocas y pastizales secos.
Sacó pedazos de piel y carne, como acomodando ramas de un nido. Se posó en mi espalda y la carne y piel se sellaron, dejando sólo sus enormes alas afuera.
Desplegué mis enormes alas y volví a la cima de donde había caído, recogí mis ropas, las acomodé a mi extraña anatomía y emprendí el vuelo, piedra incluida, escondida en mis extravagantes plumas.
Pasé entre nubes para mojarme un poco, y navegué por el firmamento hasta divisar un bosque que en las copas de sus árboles, albergaba unas pequeñas flores rojas. Alfileres indistinguibles a lo lejos.
Bajé.
Pisé suelo y me adentré en el suelo, siguiendo un rastro de hedor inconfundible.
La sangre, quizás no visible impregnaba el bosque en su plenitud.
Oí ruidos, pasos, personas huyendo.
Desde el inicio del bosque corrían unas personas, humanos normales. Me apoyé en un tronco, pero aunque no me hubiese ocultado, no me hubiesen visto. Lo único que quería esa gente era salvarse, huir.
Pero corrían en dirección equivocada, iban directo al centro del bosque, donde la extraña luz de una enredadera los llamaba.
Me separé de un arbol con cierta dificultad, la enredadera habia decidido ya tejerse entre mis alas, la piedra la atraía también. Me había pillado desprevenida. Corté de sus ramas hasta su raiz, aunque volvió a regenerarse, no volvió por mi, quizás porque no utilicé un arma normal, quizás porque la sangre fresca de tres humanos le llamaba más la atención.
Me dirigí hacia el centro del bosque, el olor a sangre se fortalecía. Al llegar, las ramas, cada vez más gruesas, aprisionaban y cercenaban a sus víctimas, pequeñas flores lilas se deslizaban con frágiles y delicados tallos, salientes de la misma planta, para recoger la sangre derramada y subir hacia la copa de los árboles, donde en sentido inverso, pequeñas bolitas brillantes bajaban, llenas de luz, para atraer más gente al bosque.
Había algo, sin duda siniestro, enterrado en ese círculo de árboles.
Algo que necesitaba luz a cambio de sangre para crecer.
No me interesaba saberlo.
Quemé el bosque, y me senté en un monte cercano a oir el bosque chillar de dolor, retorcerse en imitación de sus víctimas.
Desplegué mis alas otra vez, no quería que el fuego se propagara más allá del bosque.
Volé alto y empecé a dar vueltas, trazar círculos, para juntar a las nubes en un aro. Las bajé un poco e hice llover en el perímetro del bosque. Hasta que se consumió todo, y las nubes se hartaron de mi presión.
Caminé entre cenizas, gemidos aún perceptibles (quizás solo era mi mente) volví a lo que una vez fue el centro del bosque, cavé con mis manos, y la encontré.
20080626
Historia sin nombre 1
Era una pena, en verdad, que hubiese muerto en tales circunstancias. Supongo al menos que murió feliz, ¿quién iba a decir que alguien había cambiado sin querer las etiquetas de las botellas de veneno?
Una pena, en verdad, y justo ahora que estaba tan cerca de descubrir el porqué de su condición.
El pájaro sacudió sus plumas y el cadaver cayó al suelo. Era un pájaro un poco más grande de lo normal, pero lo que más llamaba la atención era su plumaje negro azulado, que reflejaba distintos tonos segun la luz.
El cuerpo rodó hasta la palma de mi mano, miré a Zuet por unos instantes y lo aplasté en mi puño.
Sentí su sangre en mis dedos, como se siente una uva al apretarla en la mano. De su cuerpo ya irreconocible, saqué una pequeña esfera negra, del tamaño de una pupila extremadamente dilatada. La limpié de los restos de Zuet, y la guardé en una pequeña bolista en mi bolsillo.
Y pensar que fuera esa la razón de todo...
Zuet nunca logró averiguar porqué siendo un humano normal, se empezó a achicar luego de un tiempo... quizás se la habría tragado con la comida, o quizás alguien la había hecho llegar ahí, así como yo habia logrado que ciertas etiquetas fueran intercambiadas.
Agarré al pájaro que por ahí rondaba, le robé una pluma, abrí un portal y desaparecí.