20090705

El trigal

El trigo le llegaba a la cintura mientras intentaba abrirse paso en la gran extensión amarilla que le circundaba, no es que el trigo fuese muy alto, pero ella siempre había sido más pequeña que el resto de los niños de su edad.

Jugaba a las escondidas, pero acababa de escoger el peor lugar para esconderse, creía contar con su baja estatura para pasar desapercibido si se agachaba un poco, pero la estela de ramas ondeando a su paso la delataban como las huellas que dejamos en la nieve al caminar.

Siguió caminando esperando que sus primos no la encontrasen, y se agachó mientras el amarillo oro le tapaba la coronilla.

Sintió susurros al pasar el viento, pero suponiendo que eran sus primos, intentó calmar su respiración.Los susurros fueron en aumento, y temblando, esperó que nadie la encontrase.

Pero luego notó que no reconocía las voces, y que el campo color del sol ya no era de sol si no que de color de luna, y que ella, una pequeña niña de trenzas largas se había convertido en otra vara larga y delgada de las tantas que llenaban el trigal.

20090704

Rocas

Caminaba tranquila por el bosque dando pequeños saltitos, como si le costase poner una extremidad delante de la otra, como si las hojas caídas en el suelo le distrajesen de la importante tarea de avanzar. Miraba de un lado a otro, con afán paranóico, como si le estuviesen vigilando.
Se paró en seco, escrutando el relieve de los troncos y la luz difuminada entre el verdor del follaje de los árboles circundantes. Cuando la incertidumbre que la llenaba llegó a un límite alarmante, extendió sus alas y emprendió el vuelo. Decidió que si volaba mas rápidamente se escaparía de lo que fuese que la estaba persiguiendo.

Vió al pajarillo avanzar hacia la libertad más allá de las altas ramas de la arboleda, dejándole pensar que estaría a salvo, pero fue demasiado tarde, de un sólo salto, la criatura agarró al pajarillo y observando con placer su cara anonadada se lo devoró de un bocado.

Erizando su gatuno pelaje, empezó a dar cuenta de los restos de la batalla pasada. Herido como estaba, no podía recuperarse, así que había decidido tomar una forma menos llamativas y curarse a una mayor velocidad. Pero no podía seguir viviendo de pajarillos de los bosques, por más que saboreara las imágenes mentales de éstos de la libertad de más allá de ese eterno bosque que aprisionaba su corazón.

Un brazo roto (o pata más bien) a medio sanar, unas mordeduras en las piernas, y varios rasguñones dispersos por su cuerpo de los cuales pestilente pus asomaba. Eran heridas extrañas, casi nada podía curarlas.

Trató de estirarse rascando la tierra con sus uñas, omitiendo el dolor por un rato. La verdad, para todos los intentos que había hecho, este era el que lo había dejado con menos secuelas, quizás se estaba haciendo resistente al veneno que el ramaje perisférico del bosque le inyectaba con fugaces espinas cada vez que intentaba escapar.

La primera vez habia tomado 6 meses en sanar, hasta que descubrió que deseando el cese del dolor, podía modificar su forma a su antojo. Así se enteró también de que ciertos animales demoraban menos en sanar que otros.

Aún así, no le sirvió de nada. Despertó un día en ese lugar sin recordar nada acerca de su vida excepto que tenía que salir de ese lugar. Caminó en linea recta hasta que sintió unos razguños y vió cómo el verde se trataba de alimentar de él. Había luz tras esas plantas, una luz distinta, en su mente supo que debía llegar más allá de las plantas.

Como tentáculos, le devolvieron hacia el centro del bosque, donde había despertado la primera vez. No le dejarían avanzar así de facil.

Se quedó tendido en el suelo, rezumando sangre y veneno de sus heridas, luego el veneno convertido en pus logró convertirse en una pequeña capa sobre los cortes. Sentía que moría. Se quedó ahí esperando a que la muerte se lo llevase en un cordial abrazo, pero sólo vino la lluvia.
Dejó mojar su cuerpo y ropaje por el líquido que escurría de las altas hojas en su cielo, y vio un pajarillo traspasar las ramas, salir y no morir. Decidió intentarlo si sobrevivía.

El agua curó sus heridas. Trepó con dificultad los árboles, pero al llegar arriba cayó perdiendo el conocimiento.

Seguía vivo.

Estaba hambriado, y le dolía el cuerpo. Deseó hacerse minúsculo, y cuando tomó conciencia de su cuerpo supo que era un gato. Pudo moverse más pues sus necesidades habían mermado. Trepó los árboles y rozó las hojas superiores sintiendo la libertad en su rostro, vio de nuevo otro pajarillo salir y trató de tocarlo con una zarpa, pero al instante calló al suelo.

Cuando despertó vio que se había llevado consigo al pajarillo, moría de hambre, asi que antes de sentir pena por la criaturilla se lo comió.
Abrió desmesuradamente los ojos, asustado, pues había visto con los ojos del pajarillo la inmensidad del exterior. Lloró de emoción, y supo que podía crear lluvia de sus ojos.

Cansado volvió a dormir, y volvió a intentar siempre que podía escapar de la espesura que le rodeaba.

Pero él no estaba destinado a salir. Su destino era el encierro en soledad, y así le supo en los labios el sabor de la oscuridad, luchar para seguir ahí, añorar o dejar de añorar la luz entre las zarzas. Se recostó en el suelo, cansado, con heridas mortales las cuales no le permitirían perecer nunca.

Se hizo un ovillo en el suelo mientras volvía a llover.

-...¿Y si me convirtiese en roca?