20080707

historia sin nombre 1 pt3

Del mismo tono que la pequeña piedra que tenía en mi bolsillo, un montón de huesos, quizás piedras talladas gruesamente.
Lo que residía de pájaro aún en mi, se estremeció.
Debajo de la pila mortuaria yacía un huevo. Usando talvés como nido las distintas piezas cuasi humanas que lo arrullaban se había mantenido ahí, en espera, alimentado por sangre inocente. Pero aún así nada lograba nacer de tan obscuro huevo.
Lo tomé y lo guardé en un bolsillo, seguí escarbando en el metro de tierra, cenizas y piezas óseas que yacían ante mi.
Nada más quería aparecer ante mi.
Saqué una pluma de mis alas y la puse en en el agujero, un destello blanco mientras la tierra desaparecía en vapor de sangre los cuerpos víctimas de la maldad de antaño. Cubrí el agujero con las sobras, y a cada montón de tierra que hechaba, destellos salían.
Tapé por completo el hoyo.
Zurqué espirales en torno a la pequeña tumba.
Emprendí vuelo hacia bosques cercanos, bosques reales, con flores y hojas emanando vida. Recogí unas cuantas semillas. Liberé al ave de mi espalda al desgarrar al rededor de mis alas la piel recién cicatrizada. El huevo en mi bolsillo tembló.
Dejé a la hermosa ave volar un rato, y volví a donde había recién cavado.
Toqué mi abrigo, lleno de semillas y otras extrañezas. Saqué un monton de pepitas y las fui esparciendo en torno a la espiral trazada al rededor de la cuasi tumba. El ave me seguía, dando tiernos picotazos a la tierra recién escarbada, dando energía a los proyectos de plantas.
Al centro, encima de los endemoniados restos se posó finalmente, cantando melodiosamente. Y mientras cantaba la pluma que enterrada bajo todo estaba, creció hasta alcanzar la altura de un arbol y revolviéndose en si misma se convirtió en uno.
El ave voló a mi hombro, su majestuosidad, su gran peso y su filosas garras no me dañaban, como hubiesen hecho con cualquiera.
Me senté a observar el trabajo hecho mientras las nubes voluntariamente dejaban caer unas gotas, consciente, de que quien había plantado un huevo y tal bosque, me observaba y acechaba.
Sentí en la tierra, como si fuera mi piel, agradecida por la liberación, las pizadas impacientes de un agresor con cuchillo.
No necesite si quiera pararme, el ave fue tras él, y como hambrienta cazadora lo atrapó y con sus garras lo llevó a una montaña.
Lo pude ver desde mi mente, al parpadear ligeramente.
El ave con su afilado pico, escarbó en los ojos de su presa, enterró fuertemente sus garras en su piel, lo despedazó, y era admirable la combinación de fiereza y elegancia en su mirar. No quedó una gota de sangre.
Pensé que quizás sería tiempo de poner nombre a tan leal animal, me senté en el bosque a esperar su regreso.

2 comentarios:

Rodrigo.- dijo...

tu malignidad me gusta xD adoro como escribes aunque me traume un tantito xDDDD

te keroooooo ^.^

Christian dijo...

yo amo tu forma de escribir

es tan


adorable n_n