20100312

Porque a pesar de todo...

Tecleó una nota rápida y la envió por correo electrónico. Sabía que al cabo de dos segundos su mensaje sería recibido y retransmitido, al momento no importaba, tenía otros lugares donde estar.
Se paró del incómodo asiento, plano de tanto uso y se dirigió al mezón central. Mientras caminaba acomodó la mochila a su cansada espalda.
La mujer del mezón, rumiando un chicle le informó que debía pagar $200. Mira que doscientos pesos por 5 minutos, si lo podía haber dejado gratis... Omitió los comentarios y palpó el bolsillo derecho en busca de las dos ansiadas monedas. Se las tendió, dio media vuelta y se fué.
Llovía. Miró hacia arriba para recibir el agua en su cara. Puaj, sabe mal. Bajó la cabeza y se encaminó al paradero más cercano. Se subió a la primera micro que encontró.

La receptora del mail mientras tanto, cabilando sus opciones decidió por hacer caso del mensajel. No es, despues de todo, como si quisiera hacer algo más... no?

Pero cuando ella salió a la calle, no fue lluvia lo q golpeó su cara, si no un fuerte viento, que la siguió durante todo el recorrido.
¿Por qué? no sé... ¿Debería?... Es siempre el mismo dilema, y aún así... con tanto daño que nos causamos siempre... Y el viento cada vez más fuerte ¿por qué?... Mientras el maizillo que pizaba se elevaba a ratos en un intento por volar, pasó sin preocuparse por una plaza de juegos y siguió caminando ligero.

Descendió a la décimosexta parada del bus que lo llevaba. Cuando bajó la vio caminar apresurada adentrándose en las espezuras de lo que ahora era un parque. No quizo correr, supo que la alcanzaría igual.

Pacientemente caminó tras ella por lo que fueron quizás dos horas, no supo cuando la plazita, que pasó a ser parque, pasó a ser un bosque. No lo notó, ni tampoco lo notó su perseguida.

Cuando el bosque dejó de tener sus árboles tan juntos, para dejar entrever a lo lejos arena, ella disminuyó el paso, sin parar aún de caminar. Llovía y corría viento por igual. Él mantuvo su paso.

Ahora los árboles, cada vez más escasos dejaron de aparecer. Cuando ella se detuvo, y notó q estaba en medio de la nada, se quedó parada ahí, mirando la nada, con miles de pensamientos arbitrarios dando vueltas en su cabeza. Luego nada, su mente en blanco.

Apreció que su presa caminaba tranquila y luego se detenía en seco. Entonces corrió hacia ella. La miró... Y las palabras sobraron. Le tocó el hombro, con cuidado, casi como si temiese hacerle daño.

Ahí donde no había nada, el viento y la lluvia abundaban.

Y sintió la descarga...

Sus mentes quedaron en blanco y no supieron más del bosque que una vez fue una plaza y luego un desierto, ni de micros ni de pasos acelerados.

Y ella se deshizo... él la aferraba, instintivamente impidiendo que se separasen... se hizo viento... y él la lloro hasta que se transformó en una lluvia de lágrimas.

El viento aumentó de un modo increible, haciendo que la arena en torno se alzase. y corrió cada vez más rápido, haciendo que las gotas de lluvia que aún bajaban de la extensión de lo que alguna vez fue un joven, danzaran a un ritmo un poco extraño...

Danzas concéntricas... y el mensaje, supo entonces, fue retransmitido... porque luego las rocas también empezaron a saltar y el mar a revolverse... y el fuego despertó de su letargo para acompañarles...

Ella y él los que siempre se amaron avanzaron haciendo el camino inverso... y destruyeron todo lo que encontraron en el trayecto, porque estaban juntos y nada importaba.

Lo que fue mar, lo que fue fuego... se desplazó como la luz hacia la pasiva roca... para que en el presuroso encuentro desaparecieran ambos en una neblina demasiado densa como para respirar.

El rayo busó incesante a la roca y también, con inusitados brillos se amaron hasta la muerte. El miedo de la roca, por su inminente destrucción, ahogado por su temple y pasividad. Cuando ambos se juntasen no podrian existir tampoco.

Y asi en su danza un poco translúcida el viento y la lluvia dejaron de ser tales y fueron ella y él, despedidos en direcciones opuestas hasta que hubieran aterrizado y recuperados sus cuerpos.

Y pudieron encontrar sus miradas aunque estaban a muchísimos metros de distancia. Porque a pesar de todo se amaban. Porque a pesar de todo dolían. Dio cada uno media vuelta.

Cada uno que murió, se irguió y dio media vuelta.

Y volvieron a la rutina de ignorarse, hasta que alguien nuevamente los despertara del letargo enjaulado en mentes humanas.

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